Hombre, amor sin nombre

A un amor imposible,
como el sonido del silencio.
                   Indispensable,
como el tic-tac del tiempo.
                Escaso,
como el oxígeno.
                            Puro,
como el agua natural.
                                   Insaciable,
como el tormento de la noche.
                Febril,
como el fósforo…

A ese señor amor,
A ese hombre que me roba todo.

Necesito sentir mariposas de chocolate

Necesidad es tenerte aquí, cada vez más cerca...
cada que me utilizas…
Con un beso y una mirada, me necesitas.
Sentir que está más lejos una agonía.
Cuando imagino que ya no quiero,
solo veo mariposas,
mariposas de chocolate aleteando adentro.
Y siento que se escapan.
Libres, volando, se descomponen
como colores al infinito…
Sigo sintiendo el exilio de tus brazos,
clandestinos en noches turbias,
llenar de sudor la piel con tu piel
de besos que naufragan, miradas que se pierden
y corazones que emergen
con sentimientos que se esfuman
como mariposas de chocolate.

Dios con minúscula (texto sin edición)

     Me duelen los tobillos inflamados y huelo feo. He perdido la cuenta del tiempo. Sé que pronto caerá la noche porque el sol se ha puesto y creo que es octubre porque empieza a llover. Me preocupa la comida, básicamente eso. Es una vida extraña, un latente caminar sin rumbo, sin ni mierda… Los zapatos me dejan con olor a pecueca, el sudor de las axilas es nauseabundo y huelo a mierda. He tratado de limpiarme el culo cuando cago pero ahora las manos me huelen y cuando no encuentro agua tengo que soportarlo, de hecho, ya es común. El día que me fui de la casa fue por gusto, no sé si mío o de quién…
    Esa noche, yo estaba durmiendo, ya era casi por la mañana. Toda la tarde del día anterior mi madre se estuvo quejando en la cama y no le presté atención, pero a eso de la media noche los quejidos eran desgarradores. Me subí al balcón de la alcoba y desde allí observé lo que pasaba: mamá se negó a parirlo y murió con el crio adentro. A los pocos días mi padre quedó en estado de coma tras un accidente, eso dijeron los médicos, yo digo que fue su locura.
      Entendí que nosotros nacemos del gusto de otros, sin remedio, por que toco, porque ese momento de puto placer terminó en un chorro de semen en medio de las piernas de una mujer, una cosa que llaman orgasmo. El padre del colegio me había dicho que éramos creación de dios (con minúscula), pero ahora entiendo que quien fuera ese, no tiene nada que ver en este cuento. Resulta que yo tampoco era planeado. La cigüeña es un cuento que se inventó mi papá para no contarme que él se cogía a mi mamá todas las noches en sus borracheras y entonces por error mi mamá quedó preñada y como no fue capaz de matarme, nací yo. Ahora seguiré caminando, sin rumbo, sin ni mierda, sin todo y con nada. 

Sin titulo (texto sin editar)

Diría que esta historia es mía y no faltaría a la verdad, si dejara lo contrario tampoco. Quiero empezar diciendo que erase una vez un joven que vivía en muy muy lejano, porque así se me da la gana de empezar y si a alguien no le gusta que no siga leyendo y punto.
No hay una verdad recurrente ni mediática, pero hay una verdad de todas formas. Un anexo nunca sobra y una metáfora siempre arregla las cosas. Podría decir que su voz es un onomatopeya pero mentiría. Es solo un recuerdo. Lo cierto es que el joven que vivía en muy muy lejano de cuyo nombre no quiero acordarme cabalgaba en un caballo blanco y estaba esperando un beso de una princesa para matar el embrujo, el problema es que en el pueblo no había castillos y lo más parecido era la iglesia del parque que se levantaba en punta hacia el cielo.  Al joven de nuestra historia no le gustaba rezar y menos si era de rodillas, pero cuentan que le gustaba que se arrodillen frente a el, sobre todo si el tenia los pantalones abajo, para que no queden enredados le gustaba que se lo felen, para los que aun no han entendido que se lo mamen. Cuenta nuestra historia que entre los apuros de las hormonas y el alcohol, después de una manitanteada en el baño de un bar de mala muerte donde solo huele a mierda (tal vez porque es un baño), sexo y vomito, los dos querían terminar lo que ya habían empezado, el silencio de las calles anunciaba que ya era muy de madrugada, lo cierto es que tenían ganas.
¿Tienes sitio? Algunos abran hecho o escuchado esta pregunta miles de veces. La respuesta es en mi casa, pero para la historia no aplica la respuesta. No hay mentira que bien contada no se crea, pero en este caso, el joven de muy lejano consideraba que no aguantaba llevarlo a la casa, porque solo quería una mamadita y que luego desaparezca, pagar un hotel, buena idea, el problema fue al retirar el dinero de la cuenta, los bancos por seguridad cierran los cajeros. Una iglesia en el parque mostraba la puerta abierta, con acceso restringido a un área donde los felices se arrodillaban a elevar sus oraciones. Gran idea: arrodillarse Entro primero nuestro protagonista, inspecciono el lugar y luego entro el otro. Un confesionario dejaba una puertita abierta para que el feligrés diga sus pecados así que aprovechando la logística del lugar, hacia lo suyo para venirse en la cara al feligrés que ferviente a sus principios cumplía la penitencia, pero como no hay historia sin problemas, en plena mamada salió el padre a tocar las campanas que ya anunciaban las 6 de la mañana. La sorpresa no fue para el padre, fue para los dos jóvenes, puesto que al ver la escena la sotana se empezó a abultar y sin decir nada, entro al confesionario y empezó a obedecer a dios (con minúscula). Nuestro joven de muy muy lejano esta noche a perdido su virginidad, un padre lo ha partido sin condón y se ha vuelto fiel sirviente del señor. Se rumora que los fines de semana se lo ve entrar a la iglesia ya muy entrada la noche y sale un rato después con una cara de alegría que solo la fe le puede dar.
Reposa en el historial fotográfico algunos registros, lo que pasó después se los contaré en otra historia que a lo mejor lleve por título la desilusión de un padre.

Inocente o no, es puta


…A la almohada que te vio esa noche.

—A veces no quisiera saber tanto. Pienso que un día de estos me van a torturar o a secuestrar; es que la era de la violencia de los armados contra los civiles no deja a nadie por fuera. En cualquier momento puede pasar.

—¿Y qué sabe usted de eso? Hábleme del sábado.
—El sábado, tuve que soportar el olor a sudor de uno de esos hombres que trae. No sé de dónde lo sacó, pero no era uno de esos de clase media, como los borrachos que suele traer y que hablan más de la cuenta.
El silencio oscuro siempre se interrumpe al final con varios crujidos secos de la cama, el colchón se retuerce y las tablas se doblan como si se fueran a partir, luego, varios gemidos entre los sonidos guturales de la penetración, me caen gotas de sudor, se vienen y dejan caer la cabeza sobre mí. Eso es todo. Todas las noches pasa lo mismo. Después hablan mucho y se mueven poco. El del sábado no era exactamente un político de medias de esos que suelen venir. Era un camionero. Lo supe cuando empezó a gritar: dale, dale, dale… aparte de eso olía a cebolla. Ni hablar del tufo a aguardiente y residuos de comida. El pelo era espantosamente mal cuidado. Después de ese, entró otro. Era igual de camionero que el primero y terminaron abrazándose y corriendose. Suficiente tiene esta sociedad con todos los problemas de discriminación como para que yo hable de eso, pero ver a dos hombres en esas condiciones me aterró y creo que a ella también. Después de todo, conservaba su dignidad, de puta, pero su dignidad. La otra semana, por ejemplo, vino uno que siempre viene, es algo precoz y le gusta que lo aten y le venden los ojos. Ese día no quiso nada de eso, se sentó al filo de la cama y empezó a hablar sobre su hijo. Se había enterado de que era virgen y probablemente gay. Le suplicó a ella que se acostara con él, para que le salve la dignidad, y ella como si nada, le dijo que no, que por su dignidad nunca se acostaría con un gay. Ni la voluntad de puta, ni la cantidad que le ofreció, fueron suficientes para que aceptara.
El mes pasado conocí al más joven que vino a utilizar sus servicios. El pobre muchacho se puso a llorar y a pedirle que no le dijera a nadie sobre lo que había pasado...
—Hábleme sobre la noche del sábado.
—Bueno ya le dije lo que sé. Mire no es que quiera ridiculizarlo pero no sé nada de eso. Ellos eyacularon en la oscuridad y cuando yo estaba dormida, me cayeron gotas calientes y pensé que era semen. A veces me entero de lo que pasa imaginándolo porque casi siempre la luz está apagada, como esa noche. Sólo queda prendida cuando viene un costeño. Le gusta que ella le diga que lo tiene grande. A mí me cae mal. Presume mucho sobre lo que no tiene y cuenta historias que aunque las viera, no me las creo. Siempre trae un chisme nuevo sobre algo que vio o de alguien que conoce. Además cuando terminan hace una cara como si oliera a mierda y siempre dice lo mismo “Ufffff qué salvaje”.
—Pero eso no me sirve de nada.
—Bueno, mire usted, esto es lo que pienso: los camioneros esos se vinieron y entonces se durmieron en medio de su borrachera, luego, llegaron sus esposas y los encontraron ahí como si nada, dormidos, el uno sobre el otro, creo que de eso sí es culpable, supongo que ella les avisó. Después de discutir, una de ellas sacó el arma que usted encontró sobre mí y les disparó. Pero insisto, señor, es inocente.

—¡Martínez! Desaparezca la almohada.
—¿Y qué hay del caso?
—Después de todo era puta, eso es suficiente para que me importe tanto como el calentamiento global.

Un polvo antes de morir

—Tranquilo señor, para matar lo planeo todo minuciosamente. Ésta tarde toqué el piano. Luego tomé mi abrigo y salí. La calle estaba fría. Los carros se alejaban por las calles vacías entre los árboles llenos de bombillos titilantes que se reflejan en los charcos de agua sobre el asfalto. Tomé su taxi. Él me está esperando. Haré que se erice. Me gusta ver como se pone. Estará a las ocho en la entrada dos, por la pila del ajedrez, por lo tanto tenemos que ir rápido. Lo observaré un poco. Le rozaré la entrepierna con las manos. El intentará disimular el cosquilleo. Le pasaré la otra por el culo y le respiraré suave en el cuello. No me verá. Buscaré el baño en el segundo piso. Me transformaré y saldré haciendo gala de mi elegancia. El pasillo será una pasarela y me burlaré de lo patético que serán los jóvenes: babosadas que dicen los hombres al ver a alguien tan linda... contestaré el celular y le indicare que estoy en la entrada uno. Tomaremos un café en Juan Valdez y charlare un poco. Luego le diré que estoy cansada y que prefiero ir a mi apartamento, le pediré que me acompañe. Abordaremos su auto y le indicaré que tome la Avenida 68 hacia el norte para llegar a la Autopista. Cuando estemos allí ya será el momento adecuado. Cambiaré de color el semáforo y cuando choque introduciré la aguja en su punto G. Mientras su vida se evapora recordare impaciente la mezcla de sonidos: golpes, piano, sexo, golpes, sexo, piano. Me cubriré y volveré a mi apartamento. La policía se encargará del resto. Entonces podré experimentar nuevamente el olor a muerte y me dejaré acariciar por la tentación. Me vendré varias veces esta noche. Aun no sé si mi victima será perro, gato o ratón… Aun no sé sí en la madrugada seré hombre, mujer, niño: espero no ser algo peor. Esperaré que llegue el momento para poder sentir ese olor que tanto me excita, para poder vivir en plenitud, colmándome de placer entre las piernas de ese pobre hombre que ya no tiene vida. Es mi naturaleza, me excita matar.

El semáforo cambia de color. El taxista acelera. Se escucha el sonido seco de la llanta en el pavimento mojado. Siente un pinchazo que lo llena de placer. Se excita. Se muere. Ella no sale. Tampoco está en el taxi. Nadie la ha visto, nadie sabe nada.