Un polvo antes de morir

—Tranquilo señor, para matar lo planeo todo minuciosamente. Ésta tarde toqué el piano. Luego tomé mi abrigo y salí. La calle estaba fría. Los carros se alejaban por las calles vacías entre los árboles llenos de bombillos titilantes que se reflejan en los charcos de agua sobre el asfalto. Tomé su taxi. Él me está esperando. Haré que se erice. Me gusta ver como se pone. Estará a las ocho en la entrada dos, por la pila del ajedrez, por lo tanto tenemos que ir rápido. Lo observaré un poco. Le rozaré la entrepierna con las manos. El intentará disimular el cosquilleo. Le pasaré la otra por el culo y le respiraré suave en el cuello. No me verá. Buscaré el baño en el segundo piso. Me transformaré y saldré haciendo gala de mi elegancia. El pasillo será una pasarela y me burlaré de lo patético que serán los jóvenes: babosadas que dicen los hombres al ver a alguien tan linda... contestaré el celular y le indicare que estoy en la entrada uno. Tomaremos un café en Juan Valdez y charlare un poco. Luego le diré que estoy cansada y que prefiero ir a mi apartamento, le pediré que me acompañe. Abordaremos su auto y le indicaré que tome la Avenida 68 hacia el norte para llegar a la Autopista. Cuando estemos allí ya será el momento adecuado. Cambiaré de color el semáforo y cuando choque introduciré la aguja en su punto G. Mientras su vida se evapora recordare impaciente la mezcla de sonidos: golpes, piano, sexo, golpes, sexo, piano. Me cubriré y volveré a mi apartamento. La policía se encargará del resto. Entonces podré experimentar nuevamente el olor a muerte y me dejaré acariciar por la tentación. Me vendré varias veces esta noche. Aun no sé si mi victima será perro, gato o ratón… Aun no sé sí en la madrugada seré hombre, mujer, niño: espero no ser algo peor. Esperaré que llegue el momento para poder sentir ese olor que tanto me excita, para poder vivir en plenitud, colmándome de placer entre las piernas de ese pobre hombre que ya no tiene vida. Es mi naturaleza, me excita matar.

El semáforo cambia de color. El taxista acelera. Se escucha el sonido seco de la llanta en el pavimento mojado. Siente un pinchazo que lo llena de placer. Se excita. Se muere. Ella no sale. Tampoco está en el taxi. Nadie la ha visto, nadie sabe nada. 

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