Inocente o no, es puta


…A la almohada que te vio esa noche.

—A veces no quisiera saber tanto. Pienso que un día de estos me van a torturar o a secuestrar; es que la era de la violencia de los armados contra los civiles no deja a nadie por fuera. En cualquier momento puede pasar.

—¿Y qué sabe usted de eso? Hábleme del sábado.
—El sábado, tuve que soportar el olor a sudor de uno de esos hombres que trae. No sé de dónde lo sacó, pero no era uno de esos de clase media, como los borrachos que suele traer y que hablan más de la cuenta.
El silencio oscuro siempre se interrumpe al final con varios crujidos secos de la cama, el colchón se retuerce y las tablas se doblan como si se fueran a partir, luego, varios gemidos entre los sonidos guturales de la penetración, me caen gotas de sudor, se vienen y dejan caer la cabeza sobre mí. Eso es todo. Todas las noches pasa lo mismo. Después hablan mucho y se mueven poco. El del sábado no era exactamente un político de medias de esos que suelen venir. Era un camionero. Lo supe cuando empezó a gritar: dale, dale, dale… aparte de eso olía a cebolla. Ni hablar del tufo a aguardiente y residuos de comida. El pelo era espantosamente mal cuidado. Después de ese, entró otro. Era igual de camionero que el primero y terminaron abrazándose y corriendose. Suficiente tiene esta sociedad con todos los problemas de discriminación como para que yo hable de eso, pero ver a dos hombres en esas condiciones me aterró y creo que a ella también. Después de todo, conservaba su dignidad, de puta, pero su dignidad. La otra semana, por ejemplo, vino uno que siempre viene, es algo precoz y le gusta que lo aten y le venden los ojos. Ese día no quiso nada de eso, se sentó al filo de la cama y empezó a hablar sobre su hijo. Se había enterado de que era virgen y probablemente gay. Le suplicó a ella que se acostara con él, para que le salve la dignidad, y ella como si nada, le dijo que no, que por su dignidad nunca se acostaría con un gay. Ni la voluntad de puta, ni la cantidad que le ofreció, fueron suficientes para que aceptara.
El mes pasado conocí al más joven que vino a utilizar sus servicios. El pobre muchacho se puso a llorar y a pedirle que no le dijera a nadie sobre lo que había pasado...
—Hábleme sobre la noche del sábado.
—Bueno ya le dije lo que sé. Mire no es que quiera ridiculizarlo pero no sé nada de eso. Ellos eyacularon en la oscuridad y cuando yo estaba dormida, me cayeron gotas calientes y pensé que era semen. A veces me entero de lo que pasa imaginándolo porque casi siempre la luz está apagada, como esa noche. Sólo queda prendida cuando viene un costeño. Le gusta que ella le diga que lo tiene grande. A mí me cae mal. Presume mucho sobre lo que no tiene y cuenta historias que aunque las viera, no me las creo. Siempre trae un chisme nuevo sobre algo que vio o de alguien que conoce. Además cuando terminan hace una cara como si oliera a mierda y siempre dice lo mismo “Ufffff qué salvaje”.
—Pero eso no me sirve de nada.
—Bueno, mire usted, esto es lo que pienso: los camioneros esos se vinieron y entonces se durmieron en medio de su borrachera, luego, llegaron sus esposas y los encontraron ahí como si nada, dormidos, el uno sobre el otro, creo que de eso sí es culpable, supongo que ella les avisó. Después de discutir, una de ellas sacó el arma que usted encontró sobre mí y les disparó. Pero insisto, señor, es inocente.

—¡Martínez! Desaparezca la almohada.
—¿Y qué hay del caso?
—Después de todo era puta, eso es suficiente para que me importe tanto como el calentamiento global.

0 comentarios:

Publicar un comentario