Un beso, otro beso


Escribiré un beso,
este beso,
que juega en las sombras
atrincherado esperando,
amando la silueta,
fugitivo,
bajo la madrugada,
amando el juego,
inspirando el vaivén de los cuerpos,
húmedos ahora,
amantes desertores.
te desnudaré entre las zarzamoras
y jugaré a ser feliz mientras me espino
mientras gasto un beso,
ese beso,

amando nada, esperando todo.

¿Qué somos?

Cuando galopas intangible,
pienso, creo, siento…
que cuando amas, sofocadas,
guardas palabras dulces
enfiladas en la garganta
casi nada, creo, que
excitado dibujas rostros
el mío, el tuyo, juntos:
asexuados, enamorados,
intangibles, silenciosos,
creo que imaginas,
nuestro secreto y verdad,
nuestro recuerdo efímero:
una costumbre infinita,
una necesidad constante
esto que somos: siento y veo,
siendo todo, siendo nada.

68


 Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.  (Creo que sobra decirlo, no es mío, es de "Rayuela" de Julio Cortazar)

Él, poema...

En algún misterio raro, escondido,
sacrílego de sueños, 
amor bastardo,
que afina cuerdas sin sentido,
recorre campos y besa bocas,
misteriosas, 
casi rojas las manos, 
casi sólo,
impronunciable el nombre lleno de pestilencia
que carcome,
que traspasa paredes,
se mezcla con el silencio
y ahí está él, poema:
Él, casi nadie, casi todo, casi nada.

Posdata

Reacciono después de sentir un golpe y me encuentro con una lágrima volando entre el ojo y la almohada, es un llanto inconsciente mientras recuerdo tantas cosas que mi corazón alberga y me pregunto el por qué de tantas cosas, el por qué de tu partida y me respondo diciendo que eres tan libre como el aire que viaja entre las ramas de los árboles y jamás podrás hacer parte de nadie, pues no eres de amores puros y maravillosos como el mío, como el que te di… Sigo llorando mientras entierro uno a uno mis recuerdos y pienso que el amor no está diseñado para sentirse sino para inspirarse…
Me asomo por la ventana, enciendo un cigarro y contemplo la belleza de la noche. La armonía perfecta de esta dulce y triste noche; una luna perfecta, las estrellas en el cielo brillando, dibujando una a una su propio espacio, festejando un amor clandestino, siendo feliz en la soledad, me encierro en esa felicidad, entiendo que se puede volver a ser feliz en el celeste de la noche. Escribo te amo con el dedo en la ventana y una posdata que dice: aunque el desamor sea cruel me alejo de ti porque la vida sigue y no eres parte de mi vida: adiós. Me comuniqué por medio de la noche dulce y desde esa ventana te recuerdo como la persona que me enseñó a comunicarme sin palabras y a demostrar en un beso esa cosa que se atenta en llamar amor porque no puede describirse ni calificarse sino que se siente cuando no se siente nada diferente a una satisfacción perfecta que podría llamar ahora mismo la máxima exultación del ser.

Palabras sin viento


En un balbuceo de palabras que no son mentira, entre lágrimas y una sensación de dolor y cosquillas, no exactamente en el corazón sino en las tripas, me encontré con una premisa que no se cuan efectiva pueda llegar a ser, pero que por ahora ha resultado. No diré la premisa en aras de no ser recurrente a viejos mandamientos y refranes, pero mi abuela tenía razón. Yo siempre tan afanado por el amor verdadero y hasta soñaba con hadas y duendes que vivían en un hongo y los caballos blancos y bla bla bla. No es cierto que uno se muera de amor. He estado a punto de una crisis cardiorespiragastroentrepiernatoria o algo así, pero no más. No hay verdad sublime, pero tampoco hay mentira piadosa que me pueda alejar de ese sentimiento. Tengo cierto don para descubrir las mentiras y cierto fuego en la mirada que me hace altanero de pronto, cuando las descubro. Ese amor de tres años en pareja y un año detrás ha dejado secuelas en mis tripas: una gastritis que de ahora en adelante se puede volver cáncer. Fueron días enteros de hacer como si no entendiera nada, de no aceptar la cruda verdad que se consumía entre ollas de esparragos hirviendo. Soy demasiado efímero de pronto, demasiado viento y silencio, demasiado hielo febril… Hoy digo que he aprendido a vivir sin ti. Que la peste me ha enseñado a ser inmune y que ahora mis abrazos pueden ser tan fríos como los que nunca te di. Es verdad que respiro por la herida, porque aunque se curen, quedan las cicatrices, pero ya no duelen, ya no expiden pus, ahora expiden esta sensación de paz que siento, esto que me hace feliz de pronto, esto que me enamora otra vez: mi vida.