Identidad


Aquí todo huele a mierda, a basura: Prostitutas baratas y travestis que muestran su sorpresa a los taxistas mientras cambia el semáforo. Los indigentes van y vienen. Empleadas de servicio que se masturban en la ducha. Son casi las cinco de la mañana y ya se empieza a ver transeúntes que van para sus trabajos: el call center abre su línea a las seis, los desayunos deben estar listos a las siete, todo mundo corre. Los taxistas pisan el freno y miran con antojo las prostitutas que buscan su último polvo de la noche. Algunos piden descuento, se lo dejan restregar y van de una en una y así se pasan el rato, luego pagan y se van. Algunos amanecen muertos.
Lo ultimo que recuerdo, antes de amanecer aquí, fue anoche cuando tome el bus. Hice la parada. No sé para donde iba, no leí la ruta. Me subí. Un hombre de aspecto juvenil, bastante gay para mi gusto, me invitó a sentarme a su lado en la parte trasera. Desprevenido acepté. Metió la mano en mi entrepierna, me la apretó mientras abría la boca, no le reproché. Me habló al oído, suave, soñoliento. Mi mente pervertida no refunfuñó. Mientras hablaba me mecía con el movimiento de su mano, como si me hechizara. No eyaculé. El tipo no era uno de los que recogen muestras para un banco de semen, lo quería en su boca y no se que más cosas. Ahora de repente estoy aquí, así, como si nada. Dos médicos forenses bastante hétero para mi gusto cogen mi verga y la acarician, la miran. El uno me ha dado una vuelta, abre mis nalgas y luego mete un palito en medio. Toma una muestra. Semen zona anal escribe. Los policías empiezan a entrar uno a uno. A algunos se les antoja amanecer muertos y sin identidad dice uno de ellos. El sol empieza a penetrar a través de la persiana, huele a chocolate caliente y a pan recién hecho: algunos amanecemos muertos, pienso.

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